Bicicleta, cuchara, manzana
He
visto la película. Dado que los premios la avalan y la elevan a espectacular,
imperdible y obra maestra, sobran mis elogios. Había pensado en escribir una
crítica bien expuesta, sobre lo irreal del documental; sobre la esfera social
en la que se centra, sobre el trato desigual, dado la importancia del
personaje.. y sobre lo convenientemente sesgada que se narra la historia.
Si un día consigo relatar todo esto de forma legible sin que parezca un menosprecio a la película, a la historia, al tema y a la historia, lo escribiré.
Si un día consigo relatar todo esto de forma legible sin que parezca un menosprecio a la película, a la historia, al tema y a la historia, lo escribiré.
El cuidado del enfermo
Esta es una
historia de una persona –mujer–, aclaro por la ley de igualdad, que padece
alzhéimer, esas personas que olvidan hasta el uso y significado de las cosas.
Esto es, dependientes. Es decir, hay que atarle los zapatos, y hay que
atárselos 24 horas al día.
Para que cualquier
hijo de vecino vea que tu familiar está enfermo basta con cruzárselo en
cualquier sitio y formularle cualquier pregunta. La respuesta del enfermo será
incongruente.
Para que la
Administración lo vea ya es más costoso, es algo así como si para ir a comprar
una docena de huevos al supermercado. Tienes que ir antes a quince tiendas a
informar de que quieres huevos, hablar con el dueño de las gallinas, el
transportista, etc. Y tener suerte de que, con todo, no haya cerrado el
supermercado. Me explico.
Hay que ir al
ayuntamiento a informarse. Después de esperar alguna cola y algún que otro
café, te informan, has de volver con cierto papeleo cubierto. Es común que
siempre te contestan como si se fuesen a perder el avión, sea la hora que sea.
Al volver días más
tarde, con la documentación, te dicen el plazo en cual volver para recoger los
papeles que tú le entregas y a los que ellos les tienen que poner un sello.
Suele ser más de siete días. Tenga el municipio los habitantes que tenga.
Siguiente parada,
asistencia social, que hay que pedir audiencia, (cita), otros siete días de
rigor.
Meses más tarde,
alguien te visita a casa para comprobar el estado del paciente.
¿Recuerdan el
vecino del principio? Él empleó solo diez segundos.
La Administración,
por su parte, tardará hasta un año en corroborar lo que el asistente social
dice, que a su vez da validez a un informe médico que diagnostica la
enfermedad. Dicho de otro modo, al menos se necesitan cuatro funcionarios
públicos para dar validez a un informe médico.
La segunda parte
de la historia es que algún familiar del enfermo tiene que aislarse, o incluso
dejar de trabajar, para cuidar al enfermo sin percibir contraprestación social
o económica. Llanamente, pierde dinero durante este tiempo.
El tema va así. Si
cuidas al enfermo, no trabajas, ya que no dispones de tiempo. Si no trabajas no
estás en el radio de ayudas estatales y no ingresas dinero con el que cuidar al
enfermo.
Si trabajas para
tener dinero con el que cuidar al enfermo no cuidas al enfermo como deberías,
entonces sí el Estado habla de omisión, de desprotección, de desamparo.
El mismo vecino
del principio sabe que la ayuda económica al familiar es vital y, más aún, es
facilitarle de forma inmediata algún apoyo médico o social para el cuidado del
enfermo y sobre todo para aliviar la salud física y mental del cuidador.
Una visión más,
cuando inicias el trámite el enfermo es dependiente –24 horas–, te necesita
para volver a casa, para comer, para levantarse y para respirar sin
atragantarse. Cuando falta un mes para que resuelvan la petición han
transcurrido dos años. El enfermo ya no anda, ya puede quedarse media hora en
casa solo. Se olvidó de cómo se anda. Ya es dependiente 22 horas al día. El
cuidador ya respira.
El que no haya
vivido la enfermedad estará sorprendido o indiferente; el que la haya vivido,
comprenderá lo que significan dos horas de alivio.
Luego ya habrá
tiempo para hacer cuentas económicas con el cuidador.
Publicada
en Faro de Vigo
Asfaltado a la carta
Quisiera hacer
públca mi mala suerte. Y no, no me refiero a la salud. Es por vivir en una
calle no céntrica de Cangas que hasta hoy, creía fehacientemente que pertenecía
al Ayuntamiento; pero visto lo visto no debe de ser así.
En
las últimas fechas se está llevando a cabo los trabajos de asfaltado de varias
calles del municipio - quisiera pensar que debido a los tremendos socavones que
las hacían casi intransitables - y no por la proximidad del verano en pro de
adecuar la imagen cara al turismo o las inminentes elecciones municipales.
Mi
calle vive en una situación atípica. Si vive entre la carretera general y el
desvío que se utiliza en los meses estivales para aligerar el tráfico hacía las
playas, estará de enhorabuena; su tramo habrá sido completamente asfaltado y
pintado.
Si
vive en otra zona de la misma calle, mi pesar. Estamos en idéntica situación,
se encontrará parches provisionales cuya duración en el tiempo será casi que
fugaz y pobres en calidad.
Cabe
aclarar que en esta calle viven más de setenta familias y que al carecer de
salida, el Ayuntamiento ha razonado que ante eso, es suficiente un asfaltado
parcial.
Curiosamente
no existe rebaja en el Impuesto de Rodaje para habitantes de calles sin salida;
aunque éstos tengan coches con los que circulan diariamente por una carretera
deplorable. Esto, tambíén lo sufren los repartidores o servicios como los del
cartero.
Dicen
por estas tierras que las cosas bien hechas, bien parecen. Añado yo, además de
esto, son más rentables económicamente y, si me apuran, políticamente.
Por cierto, ningún alcaldable es vecino mío. Lástima.
Publicada
en Tribuna Libre Faro de Vigo